martes, 12 de mayo de 2009

Too old to lose it , too young to chose it... (2006)

Publicado en El Claneta (2006)

“The game looks easy that's why it sells”
elliott smith

Hay sujetos que nunca salen del alcance de la idolatría y cargante memoria de los fans, los hay de todos los tipos, desde Cristo a Elvis, pasando por John Lennon, Jim Morrison, Syd Barrett, Ian Curtis, Kurt Cobain o Jeff Buckley, pero también los hay mártires menores, santos mínimos de una iglesia con una iconografía en expansión, nombres que no dan para un graffiti desesperado en el baño de una cervecería y, lo digo desde ya, esta columna no quiere ser un llamado a que se inscriban sus nombres en el salón de la fama de los urinarios. Yo pienso a veces en ellos, en esos muertos de nadie, en esos roqueros que se mueren y pasan días con el terno de madera sin que nadie los eche de menos, pienso en sus iglesias hipotéticas y es por eso es que me caliento cuando alguien hace referencia a ellos creyendo hacer una choreza, como Oscar Hahn, cuando escribe unos versos que suenan a chochera y a tibia canción de cuna, donde dice: “Tienen rabia los cantantes de rock ‘n roll / Tiene rabia Kurt Cobain”.

Pero no diré una palabra más sobre Oscar Gallo, porque hoy pienso en Tim Buckley, Shannon Hoon, Layne Staley y Elliott Smith y no se trata de rocanrol. Pienso en la voz rotunda del papá de Jeff en Song To The Siren, esa canción desesperada que es como el prólogo de la muerte de un adicto y en el caso de Tim, el prólogo de su propia sobredosis. La voz de Tim sobrevuela las aguas de esos mares sin embarcaciones como el verbo antes de la creación, solitario, pidiendo amor y recibiendo la misma respuesta que en La Inhumana de la Violeta Parra, vuelve mañana, hoy no fiamos, mañana sí.

Después pienso en la dulzura de Shannon Hoon, sus ojeras y sus ojos en el video de Toes Across The Floor, en esa guitarra que pareciera estar hipnotizando un vivo o velando un muerto, en la expresión de su rostro justo antes del coro o el gesto con que tira del micrófono para cantarlo. Basta ver a los demás integrantes de la banda para saber que Shannon Hoon estaba lejos y que un par de meses antes de su muerte ya estaba encargado. El caso de Layne Staley es distinto, él nunca tuvo el espectro luminoso que Hoon fue perdiendo, sino que era como un lagarto anciano.

Hace unos años estaba viendo Singles, una película de Cameron Crowe donde en varias escenas había miembros de bandas grunge, aparecían Pearl Jam, Soundgarden, creo que Screaming Trees y, en una escena, Alice In Chains tocando en vivo. Recuerdo a Layne Staley de pie, inclinado hacia adelante y sosteniendo el micrófono con las dos manos, el pelo largo rubio con dreadlocks tomado hacia atrás y unas gigantes gafas negras, el cuerpo delgadísimo. Una imagen tan hermosa como la de la madonna pintada en el panel derecho del tríptico de Dresden de Jan Van Eyck, pero muy violenta. Tal vez esa imagen no me hubiese impresionado tanto si por esos mismos días no me hubiese enterado de como su muerte estaba precalentando, eran dos o tres reportes en internet que contaban como la gangrena le cobró la pierna izquierda y el brazo izquierdo, la amputación y, más tarde, del estado putrefacto en que lo encontraron varios días después de una muerte por sobredosis.

Por su parte, Elliott Smith había dejado la heroína para la época en que murió y estaba trabajando en From A Basement On The Hill, el mejor disco póstumo de la historia. Las melodías de esas canciones son tristes, pero tan hermosas que impiden ver la desolación en los textos. Una navidad con jeringas bajo el árbol, un viejo pascuero flacucho que vende heroína y la conciencia de no poder hacer nada más para preparar la muerte de lo que ya se ha hecho. Eso es una canción y se llama King’s Crossing. En la película The Royal Tenenbaums de Wes Anderson hay una escena donde ponen una canción de Elliott Smith donde se compara a un muchacho con una aguja en el pajar, que en inglés se dice needle in the hay y que también significa jeringa en el pajar. Elliott Smith se clavó un cuchillo en el pecho en noviembre del 2004.

La muerte es todo lo que observamos despiertos, eso lo dijo Heráclito de Efeso hace dos mil seiscientos años. Yo no creo en eso de “Tienen rabia los cantantes de rock ‘n roll”, lo que pasa es que la muerte es todo lo que observamos despiertos.

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