martes, 17 de abril de 2007

Aullido

Para Carl Salomon

I

Vi las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, hambrientas histéricas desnudas,
arrastrándose por las calles de los negros al amanecer en busca de un colérico pinchazo,
hipsters con cabezas de ángel ardiendo por la antigua conexión celestial con el estrellado dínamo de la maquinaria nocturna,
que pobres y harapientos y ojerosos y drogados pasaron la noche fumando en la oscuridad sobrenatural de apartamentos de agua fría, flotando sobre las cimas de las ciudades contemplando jazz,
que desnudaron sus cerebros ante el cielo bajo el El y vieron ángeles mahometanos tambaleándose sobre techos iluminados,
que pasaron por las universidades con radiantes ojos imperturbables alucinando Arkansas y tragedia en la luz de Blake entre los maestros de la guerra,
que fueron expulsados de las academias por locos y por publicar odas obscenas en las ventanas de la calavera,
que se acurrucaron en ropa interior en habitaciones sin afeitar, quemando su dinero en papeleras y escuchando al Terror a través del muro,
que fueron arrestados por sus barbas púbicas regresando por Laredo con un cinturón de marihuana hacia Nueva York,
que comieron fuego en hoteles de pintura o bebieron trementina en Paradise Alley, muerte, o sometieron sus torsos a un purgatorio noche tras noche,
con sueños, con drogas, con pesadillas que despiertan, alcohol y verga y bailes sin fin,
incomparables callejones de temblorosa nube y relámpago en la mente saltando hacia los polos de Canadá y Paterson, iluminando todo el inmóvil mundo del intertiempo,
realidades de salones de Peyote, amaneceres de cementerio de árbol verde en el patio trasero, borrachera de vino sobre los tejados, barrios de escaparate de paseos drogados luz de tráfico de neón parpadeante, vibraciones de sol, luna y árbol en los rugientes atardeceres invernales de Brooklyn, desvaríos de cenicero y bondadosa luz reina de la mente,
que se encadenaron a los subterráneos para el interminable viaje desde Battery al santo Bronx en benzedrina hasta que el ruido de ruedas y niños los hizo caer temblando con la boca desvencijada y golpeados yermos de cerebro completamente drenados de brillo bajo la lúgubre luz del Zoológico,
que se hundieron toda la noche en la submarina luz de Bickford salían flotando y se sentaban a lo largo de tardes de cerveza desvanecida en el desolado Fugazzi’s, escuchando el crujir del Apocalipsis en el jukebox de hidrógeno,
que hablaron sin parar por setenta horas del parque al departamento al bar a Bellevue al museo al puente de Brooklyn,
un batallón perdido de conversadores platónicos saltando desde las barandas de salidas de incendio desde ventanas desde el Empire State desde la luna,
parloteando gritando vomitando susurrando hechos y memorias y anécdotas y excitaciones del globo ocular y shocks de hospitales y cárceles y guerras,
intelectos enteros expulsados en recuerdo de todo por siete días y noches con ojos brillantes, carne para la sinagoga arrojada en el pavimento,
que se desvanecieron en la nada Zen Nueva Jersey dejando un rastro de ambiguas postales del Atlantic City Hall,
sufriendo sudores orientales y crujidos de huesos tangerinos y migrañas de la china con síndrome de abstinencia en un pobremente amoblado cuarto de Newark,
que vagaron por ahí y por ahí a medianoche en los patios de ferrocarriles preguntándose dónde ir, y se iban, sin dejar corazones rotos,
que encendieron cigarrillos en furgones furgones furgones haciendo ruido a través de la nieve hacia granjas solitarias en la abuela noche,
que estudiaron a Plotino Poe San Juan de la Cruz telepatía bop kabbalah porque el cosmos instintivamente vibraba a sus pies en Kansas,
que vagaron solos por las calles de Idaho buscando ángeles indios visionarios que fueran ángeles indios visionarios,
que pensaron que tan sólo estaban locos cuando Baltimore refulgió en un éxtasis sobrenatural,
que subieron en limosinas con el chino de Oklahoma impulsados por la lluvia de pueblo luz de calle en la medianoche invernal,
que vagaron hambrientos y solitarios en Houston en busca de jazz o sexo o sopa, y siguieron al brillante Español para conversar sobre América y la Eternidad, una tarea inútil y así se embarcaron hacia África,
que desaparecieron en los volcanes de México dejando atrás nada sino la sombra de jeans y la lava y la ceniza de la poesía esparcida en la chimenea Chicago,
que reaparecieron en la costa oeste investigando al F.B.I. con barba y pantalones cortos con grandes ojos pacifistas sensuales en su oscura piel repartiendo incomprensibles panfletos,
que se quemaron los brazos con cigarrillos protestando por la neblina narcótica del tabaco del Capitalismo,
que distribuyeron panfletos supercomunistas en Union Square sollozando y desnudándose mientras las sirenas de Los Álamos aullaban por ellos y aullaban por la calle Wall, y el ferry de Staten Island también aullaba,
que se derrumbaron llorando en gimnasios blancos desnudos y temblando ante la maquinaria de otros esqueletos,
que mordieron detectives en el cuello y chillaron con deleite en autos de policías por no cometer más crimen que su propia salvaje pederastia e intoxicación,
que aullaron de rodillas en el subterráneo y eran arrastrados por los tejados blandiendo genitales y manuscritos,
que se dejaron follar por el culo por santos motociclistas, y gritaban de gozo,
que mamaron y fueron mamados por esos serafines humanos, los marinos, caricias de amor Atlántico y Caribeño,
que follaron en la mañana en las tardes en rosales y en el pasto de parques públicos y cementerios repartiendo su semen libremente a quien quisiera venir,
que hiparon interminablemente tratando de reír pero terminaron con un llanto tras la partición de un baño turco cuando el blanco y desnudo ángel vino para atravesarlos con una espada,
que perdieron sus efebos por las tres viejas arpías del destino la arpía tuerta del dólar heterosexual la arpía tuerta que guiña el ojo fuera del vientre y la arpía tuerta que no hace más que sentarse en su culo y cortar las hebras intelectuales doradas del telar del artesano,
que copularon extáticos e insaciables con una botella de cerveza un amorcito un paquete de cigarrillos una vela y se cayeron de la cama, y continuaron por el suelo y por el pasillo y terminaron desmayándose en el muro con una visión del coño supremo y eyacularon eludiendo el último hálito de conciencia,
que endulzaron los coños de un millón de muchachas estremeciéndose en el crepúsculo, y tenían los ojos rojos en las mañanas pero estaban preparados para endulzar el coño del amanecer, resplandecientes nalgas bajo graneros y desnudos en el lago,
que salieron de putas por Colorado en miríadas de autos robados por una noche, N.C. héroe secreto de estos poemas, follador y Adonis de Denver -regocijémonos con el recuerdo de sus innumerables jodiendas de muchachas en solares vacíos y patios traseros de restaurantes, en desvencijados asientos de cines, en cimas de montañas, en cuevas o con demacradas camareras en familiares solitarios levantamientos de enaguas y especialmente secretos solipsismos en baños de gasolineras y también en callejones de la ciudad natal,
que se desvanecieron en vastas y sórdidas películas, eran cambiados en sueños, despertaban en un súbito Manhattan y se levantaron en sótanos con resacas de despiadado Tokai y horrores de sueños de hierro de la tercera avenida y se tambalearon hacia las oficinas de desempleo,
que caminaron toda la noche con los zapatos llenos de sangre sobre los bancos de nieve en los muelles esperando que una puerta se abriera en el East River hacia una habitación llena de vapor caliente y opio,
que crearon grandes dramas suicidas en los farellones de los departamentos del Hudson bajo el foco azul de la luna durante la guerra y sus cabezas serán coronadas de laurel y olvido,
que comieron estofado de cordero de la imaginación o digirieron el cangrejo en el lodoso fondo de los ríos de Bowery,
que lloraron ante el romance de las calles con sus carritos llenos de cebollas y mala música,
que se sentaron sobre cajas respirando en la oscuridad bajo el puente y se levantaron para construir clavicordios en sus áticos,
que tosieron en el sexto piso de Harlem coronados de fuego bajo el cielo tubercular rodeados por cajas naranjas de Teología,
que escribieron frenéticos toda la noche balanceándose y rodando sobre sublimes encantamientos que en el amarillo amanecer eran estrofas incoherentes,
que cocinaron animales podridos pulmón corazón pié cola borsht & tortillas soñando con el puro reino vegetal,
que se arrojaron bajo camiones de carne en busca de un huevo,
que tiraron sus relojes desde el techo para emitir su voto por una eternidad fuera del tiempo, & cayeron despertadores en sus cabezas cada día por toda la década siguiente,
que cortaron sus muñecas tres veces sucesivamente sin éxito, desistieron y fueron forzados a abrir tiendas de antigüedades donde pensaron que estaban envejeciendo y lloraron,
que fueron quemados vivos en sus inocentes trajes de franela en Madison Avenue entre explosiones de versos plúmbeos & el enlatado martilleo de los férreos regimientos de la moda & los gritos de nitroglicerina de maricas de la publicidad & el gas mostaza de inteligentes editores siniestros, o fueron atropellados por los taxis ebrios de la realidad absoluta,
que saltaron del puente de Brooklyn esto realmente ocurrió y se alejaron desconocidos y olvidados dentro de la fantasmal niebla de los callejones de sopa y carros de bomba del barrio Chino, ni siquiera una cerveza gratis,
que cantaron desesperados desde sus ventanas, se cayeron por la ventana del metro, saltaron en el sucio Passaic, se abalanzaron sobre negros, lloraron por toda la calle, bailaron descalzos sobre vasos de vino rotos y discos de fonógrafo destrozados de nostálgico Europeo jazz Alemán de los años 30 se acabaron el whisky y vomitaron gimiendo en el baño sangriento, con lamentos en sus oídos y la explosión de colosales silbatos de vapor,
que se lanzaron por las autopistas del pasado viajando hacia la cárcel del gólgota -solitario mirar- autos preparados de cada uno de ellos o Encarnación de Jazz de Birmingham,
que condujeron campo traviesa por 72 horas para averiguar si yo había tenido una visión o tú habías tenido una visión o él había tenido una visión para conocer la eternidad,
que viajaron a Denver, murieron en Denver, que volvían a Denver; que velaron por Denver y meditaron y andaban solos en Denver y finalmente se fueron lejos para averiguar el tiempo, y ahora Denver extraña a sus héroes,
que cayeron de rodillas en desesperanzadas catedrales rezando por la salvación de cada uno y la luz y los pechos, hasta que al alma se le iluminó el cabello por un segundo,
que chocaron a través de su mente en la cárcel esperando por imposibles criminales de cabeza dorada y el encanto de la realidad en sus corazones que cantaba dulces blues a Alcatraz,
que se retiraron a México a cultivar un hábito o a Rocky Mount hacia el tierno Buda o a Tánger en busca de muchachos o a la Southern Pacific hacia la negra locomotora o de Harvard a Narciso a Woodland hacia la guirnalda de margaritas o a la tumba,
que exigieron juicios de cordura acusando a la radio de hipnotismo y fueron abandonados con su locura y sus manos y un jurado indeciso,
que tiraron ensalada de papas a los lectores de la CCNY sobre dadaísmo y subsiguientemente se presentan en los escalones de granito del manicomio con las cabezas afeitadas y un arlequinesco discurso de suicidio, exigiendo una lobotomía al instante,
y recibieron a cambio el concreto vacío de la insulina Metrazol electricidad hidroterapia psicoterapia terapia ocupacional ping pong y amnesia,
que en una protesta sin humor volcaron sólo una simbólica mesa de ping pong, descansando brevemente en catatonia,
volviendo años después realmente calvos excepto por una peluca de sangre, y de lágrimas y dedos, a la visible condenación del loco de los barrios de las locas ciudades del Este,
los fétidos salones del Pilgrim State Rockland y Greystones, discutiendo con los ecos del alma, balanceándose y rodando en la banca de la soledad de medianoche reinos dolmen del amor, sueño de la vida una pesadilla, cuerpos convertidos en piedra tan pesada como la luna,
con la madre finalmente ******, y el último fantástico libro arrojado por la ventana de la habitación, y a la última puerta cerrada a las 4 AM y el último teléfono golpeado contra el muro en protesta y el último cuarto amoblado vaciado hasta la última pieza de mueblería mental, un papel amarillo se irguió torcido en un colgador de alambre en el closet, e incluso eso imaginario, nada sino un esperanzado poco de alucinación-
ah, Carl, mientras no estés a salvo yo no voy a estar a salvo, y ahora estás realmente en la total sopa animal del tiempo-
y que por lo tanto corrió a través de las heladas calles obsesionado con una súbita inspiración sobre la alquimia del uso de la elipse el catálogo del medidor y el plano vibratorio,
que soñaron e hicieron aberturas encarnadas en el tiempo y el espacio a través de imágenes yuxtapuestas y atraparon al Arcángel del alma entre 2 imágenes visuales y unieron los verbos elementales y pusieron el nombre y una pieza de conciencia saltando juntos con una sensación de Pater Omnipotens Aeterna Deus
para recrear la sintaxis y medida de la pobre prosa humana y pararse frente a ti mudos e inteligentes y temblorosos de vergüenza, rechazados y no obstante confesando el alma para conformarse al ritmo del pensamiento en su desnuda cabeza sin fin,
el vagabundo demente y el ángel beat en el tiempo, desconocido, y no obstante escribiendo aquí lo que podría quedar por decir en el tiempo después de la muerte,
y se alzaron reencarnando en las fantasmales ropas del jazz en la sombra de cuerno dorado de la banda y soplaron el sufrimiento de la mente desnuda de América por el amor en un llanto de saxofón eli eli lamma lamma sabacthani que estremeció las ciudades hasta la última radio
con el absoluto corazón del poema sanguinariamente arrancado de sus cuerpos bueno para alimentarse mil años.




II

¿Qué esfinge de cemento y aluminio abrió sus cráneos y devoró sus cerebros y su imaginación?
¡Moloch! ¡Soledad! ¡Inmundicia! ¡Ceniceros y dólares inalcanzables! ¡Niños gritando bajo las escaleras! ¡Muchachos sollozando en ejércitos! ¡Ancianos llorando en los parques!
¡Moloch! ¡Moloch! ¡Pesadilla de Moloch! ¡Moloch el sin amor! ¡Moloch mental! ¡Moloch el pesado juez de los hombres!
¡Moloch la prisión incomprensible! ¡Moloch la desalmada cárcel de tibias cruzadas y congreso de tristezas! ¡Moloch cuyos edificios son juicio! ¡Moloch la vasta piedra de la guerra! ¡Moloch los pasmados gobiernos!
¡Moloch cuya mente es maquinaria pura! ¡Moloch cuya sangre es un torrente de dinero! ¡Moloch cuyos dedos son diez ejércitos! ¡Moloch cuyo pecho es un dínamo caníbal! ¡Moloch cuya oreja es una tumba humeante!
¡Moloch cuyos ojos son mil ventanas ciegas! ¡Moloch cuyos rascacielos se yerguen en las largas calles como inacabables Jehovás! ¡Moloch cuyas fábricas sueñan y croan en la niebla! ¡Moloch cuyas chimeneas y antenas coronan las ciudades!
¡Moloch cuyo amor es aceite y piedra sin fin! ¡Moloch cuya alma es electricidad y bancos! ¡Moloch cuya pobreza es el espectro del genio! ¡Moloch cuyo destino es una nube de hidrógeno asexuado! ¡Moloch cuyo nombre es la mente!
¡Moloch en quien me asiento solitario! ¡Moloch en quien sueño ángeles! ¡Demente en Moloch! ¡Chupa vergas en Moloch! ¡Sin amor ni hombre en Moloch!
¡Moloch quien entró tempranamente en mi alma! ¡Moloch en quien soy una conciencia sin un cuerpo! ¡Moloch quien me ahuyentó de mi éxtasis natural! ¡Moloch a quien yo abandono! ¡Despierten en Moloch! ¡Luz chorreando del cielo!
¡Moloch! ¡Moloch! ¡Departamentos robots! ¡Suburbios invisibles! ¡Tesorerías esqueléticas!
¡Capitales ciegas! ¡Industrias demoníacas! ¡Naciones espectrales! ¡Invencibles manicomios! ¡Vergas de granito! ¡Bombas monstruosas!
¡Rompieron sus espaldas levantando a Moloch hasta el cielo! ¡Pavimentos, árboles, radios, toneladas! ¡Levantando la ciudad al cielo que existe y está alrededor nuestro!
¡Visiones! ¡Presagios! ¡Alucinaciones! ¡Milagros! ¡Éxtasis! ¡Arrastrados por el río americano!
¡Sueños! ¡Adoraciones! ¡Iluminaciones! ¡Religiones! ¡Todo el cargamento de mierda sensible!
¡Progresos! ¡Sobre el río! ¡Giros y crucifixiones! ¡Arrastrados por la corriente! ¡Epifanías! ¡Desesperaciones! ¡Diez años de gritos animales y suicidios! ¡Mentes! ¡Nuevos amores! ¡Generación demente! ¡Abajo sobre las rocas del tiempo!
¡Auténtica risa santa en el río! ¡Ellos lo vieron todo! ¡Los ojos salvajes! ¡Los santos gritos! ¡Dijeron hasta luego! ¡Saltaron del techo! ¡Hacia la soledad! ¡Despidiéndose! ¡Llevando flores! ¡Hacia el río! ¡Por la calle!




III

¡Carl Solomon! Estoy contigo en Rockland
Donde estás más loco de lo que yo estoy
Estoy contigo en Rockland
Donde te debes sentir muy extraño
Estoy contigo en Rockland
Donde imitas la sombra de mi madre
Estoy contigo en Rockland
Donde has asesinado a tus doce secretarias
Estoy contigo en Rockland
Donde te ríes de este humor invisible
Estoy contigo en Rockland
Donde somos grandes escritores en la misma horrorosa máquina de escribir
Estoy contigo en Rockland
Donde tu condición se ha vuelto seria y es reportada por la radio
Estoy contigo en Rockland
Donde las facultades de la calavera no admiten más los gusanos de los sentidos
Estoy contigo en Rockland
Donde bebes el té de los pechos de las solteras de Utica
Estoy contigo en Rockland
Donde te burlas de los cuerpos de tus enfermeras las arpías del Bronx
Estoy contigo en Rockland
Donde gritas en una camisa de fuerza que estás perdiendo el juego del verdadero
ping pong del abismo
Estoy contigo en Rockland
Donde golpeas el piano catatónico el alma es inocente e inmortal jamás debería
morir sin dios en una casa de locos armada
Estoy contigo en Rockland
Donde cincuenta shocks más no te devolverán nunca tu alma a su cuerpo de su
peregrinaje a una cruz en el vacío
Estoy contigo en Rockland
Donde acusas a tus doctores de locura y planeas la revolución socialista hebrea
contra el Gólgota nacional fascista
Estoy contigo en Rockland
Donde abres los cielos de Long Island y resucitas a tu Jesús humano y viviente de la
tumba sobrehumana
Estoy contigo en Rockland
Donde hay veinticinco mil camaradas locos juntos cantando las estrofas finales de
La Internacional
Estoy contigo en Rockland
Donde abrazamos y besamos a los Estados Unidos bajo nuestras sábanas los
Estados Unidos que tosen toda la noche y no nos dejan dormir
Estoy contigo en Rockland
Donde despertamos electrificados del coma por el rugir de los aeroplanos de
nuestras propias almas sobre el tejado ellos han venido para lanzar bombas
angelicales el hospital se ilumina a sí mismo colapsan muros imaginarios Oh
escuálidas legiones corren afuera Oh estrellado shock de compasión la guerra
eterna está aquí Oh victoria olvida tu ropa interior somos libres
Estoy contigo en Rockland
En mis sueños caminas goteando por un viaje a través del mar sobre las carreteras a
través de América llorando hasta la puerta de mi cabaña en la noche del oeste


San Francisco, 1955-1956




Nota A Pie De Página Para “Aullido”

¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo!
¡El mundo es santo! ¡El alma es santa! ¡La piel es santa! ¡La nariz es santa! ¡La lengua y la verga y la mano y el agujero del culo son santos!
¡Todo es santo! ¡todos son santos! ¡todos los lugares son santos! ¡todo día está en la eternidad! ¡Todo hombre es un ángel!
¡El vago es tan santo como el serafín! ¡el demente es tan santo como tú mi alma eres santa!
¡La máquina de escribir es santa el poema es santo la voz es santa los oyentes son santos el éxtasis es santo!
¡Santo Peter santo Allen santo Solomon santo Lucien santo Kerouac santo Huncke santo Burroughs santo Cassady santos los desconocidos locos y sufrientes mendigos santos los horribles ángeles humanos!
¡Santa mi madre en la casa de locos! ¡Santas las vergas de los abuelos de Kansas!
¡Santo el gimiente saxofón! ¡Santo el apocalipsis del bop! ¡Santas las bandas de jazz marihuana hipsters paz peyote pipas y baterías!
¡Santa las soledades de los rascacielos y pavimentos! ¡Santas las cafeterías llenas con los millones! ¡Santos los misteriosos ríos de lágrimas bajo las calles!
¡Santo el argonauta solitario! ¡Santo el vasto cordero de la clase media! ¡Santos los pastores locos de la rebelión! ¡Quien goza Los Ángeles es Los Ángeles!
¡Santa New York santa San Francisco santa Peoria & Seattle santa París santa Tánger santa Moscú santa Estambul!
¡Santo el tiempo en la eternidad santa eternidad en el tiempo santos los relojes en el espacio la cuarta dimensión santa la quinta Internacional santo el ángel en Moloch!
¡Santo el mar santo el desierto santa la vía férrea santa la locomotora santas las visiones santas las alucinaciones santos los milagros santo el globo ocular santo el abismo!
¡Santo perdón! ¡compasión! ¡caridad! ¡fe! ¡Santos! ¡Nosotros! ¡cuerpos! ¡sufriendo! ¡magnanimidad!
¡Santa la sobrenatural extra brillante inteligente bondad del alma!


Berkeley, 1955

lunes, 2 de abril de 2007

La neoprotesta de Payo Grandona (01 / 04 / 2007)

Por Marisol García

Pocos cantautores asociados a la Nueva Canción Chilena tuvieron la agudeza con la que Payo Grondona se acercó a las vicisitudes del chileno medio desde una plataforma construida con humor, solidaridad y sutil denuncia. Pero quizá ni él sospechaba entonces la firmeza que mantendría su diagnóstico décadas después de sus primeros latidos, cuando Chile recorría un trayecto que ha dejado de ser comparable en el grito épico de un “gran relato”, pero que no dista demasiado del actual, si se le analiza desde la perspectiva de, por ejemplo, una pareja que busca apurada un motel desocupado (como la de “Il Bosco”, uno de sus temas más conocidos) o una humilde víctima del transporte público de Santiago (ver recuadro).
Payo Grondona observa hoy a Chile desde la vida sencilla que desde hace un tiempo le regala la rutina doméstica de una casa en Concón. Acaso haya agudizado ese sarcasmo que a veces parece amarga resignación y, otras, dolido desencanto. Algo indefinible lo mantiene componiendo, grabando y mostrando su música, reunida de nuevo en “Cancionero político”, un disco que combina títulos de varias épocas (muchos, antes inéditos) que, no sin sorna, el músico describe en la carátula como “revolucionarios, comprometidos, paritarios, demagógicos, inclusivos y voluntaristas”, entre otras cosas.
Quizá su persistencia sea fruto de su respeto inoxidable hacia el formato de canción popular, aprendido de maestros como Violeta y Roberto Parra, o su mejor amigo uruguayo, Daniel Viglietti. O hasta puede ser su aversión visceral a la flojera, el mantra chileno que, según él, reside en el centro de nuestras grandes y pequeñas desgracias.
“Espero sentado en mi puerta que pase el cadáver de la flojera. No voy a estar en la cantinela del ‘nadie me comprende’, ‘los medios no me pescan’”, explica. “Nadie tiene por qué comprenderte ni pescarte. Ahora, si no te pescan: mal pa’ ellos; porque cuando te mueras van a tener que quemarse los ojos escuchando tus discos e intentando describir en un obituario qué cresta cantaba este tipo. Mi abuelita decía que ‘el flojo trabaja doble’”.
Por eso, Gonzalo Grondona (Playa Ancha, 1945) ya no se apura, ni menos ansía lo que por trayectoria y talento probablemente merecería con creces. El compositor de “La Nelly y el Nelson”, “La muerte de mi hermano” y “La conversada” sigue prefiriendo que lo llamen, simplemente, “un compositor de canciones; o sea, un cancionero”.
“Aquí escuchas grupos que se atribuyen tener ‘una trayectoria de cinco años’. ¡Cinco años! Y está lleno de padres, de inventores, de... toda esa cosa fundacional que acá les fascina, y que por mucho que cada tanto tiempo salga con un ‘nuevo estilo’, hace que todos terminen como Luis Dimas. Si el que hace pan es panadero, entonces yo soy un cancionero. Y no soy un creador compulsivo, ni mucho menos. En toda mi vida he compuesto unas 120 canciones, no más”.
–No tantas.
–Una cagada.
–¿Alguna explicación para eso?
–Soy muy exigente. Y soy muy lento. Creo que una canción debe estar resuelta. Tiene que tener una historia antes y una historia después, porque tú cuentas una parte, no todo. Ése es mi juego. Y por eso no soy de esos autores que tienen 500 canciones y te dicen “ésa la hice en diez minutos”. Mira, yo tengo claro lo que puedo hacer, sé hasta dónde llego. Mi parábola de los talentos está resuelta hace muchos años. Entonces me demoro en tener resuelto lo que busco, pero al menos no estoy en esa de “arreglar la carga en el camino”.
–Leer sobre ti es encontrar casi infinitos adjetivos. De partida, eso de ser representante del “folclore urbano”.
–Es que cuando partí se decía que el único folclore era el rural. Y entonces qué iba a hacer yo de folclorista, cantándole al arroyito y la manta de tres colores, viviendo en Playa Ancha y vistiéndome de terno con corbata. Los que estábamos en ésa pensábamos que, para que el país se parase en dos pies, tenía que existir el folclore urbano. Ya ves que el tiempo terminó consagrándolo.
–Del mismo modo, tu tipo de canto político no tiene casi nada que ver con la épica de contemporáneos tuyos.
­–O sea, yo canté “Il Bosco” en el Festival de la Nueva Canción Chilena, el año ’70, cuando el Víctor [Jara] cantaba “El alma llena de banderas”. Imagínate: cabrito, con banyo, cantando sobre un par de huevones calientes que terminan yéndose a atracar al parque. O sea, cero puñito pegado al techo. Cero pólvora. Pero mi mensaje era el siguiente: okey, estamos planeando la revolución, en la protesta universitaria, estamos en todo este cambio, pero también estamos viviendo.
–La canción más nueva del disco es “A quién le importa”. Es un diagnóstico gracioso pero feroz. ¿En qué pensabas al componerla?
–Está ese mito de que el Payo Grondona tiene canciones light, en las que no pasa nada, que no se moja el poto... Bueno, ahí está esa canción. Porque en un país donde lo importante es lo que dijo la Marlene, ¿a quién le importa que yo haya participado en la posibilidad electiva y mantenimiento del exilio [irónico], y de financiar cosas acá cantando afuera; paseándome por todo el mundo y aburriéndome; con pasaporte de la RDA por el que me miraban como un paria. Pero como tengo cara de caballero y apellido raro, pasaba colado.
–El tuyo ha sido siempre un escepticismo disfrazado de sarcasmo. ¿Lo aprendiste temprano en la vida? ¿Nunca cantaste desde una mayor ingenuidad, por ejemplo?
–Es que yo soy ingenuo. Me he puesto la camiseta, el suéter, el abrigo... me lo he puesto todo. Uno es ingenuo siempre, porque uno confía en que las cosas van a salir bien, y que esto que estamos hablando se va a entender, y que mi disco de algo va a servir para emocionar a alguien. A uno le han dicho upeliento, antipinochetista, pequeño burgués. Yo voy más pa’ trás: yo soy un simple y vulgar intelectual de izquierda. Y a mucha honra, aunque lo que se usa ahora es ser “republicano, liberal, progresista, liberal demócrata”. ¿Y por qué no ser más natural y declararse un intelectual de izquierda? Yo prefiero ser cajón de sastre, donde cabe mucho, antes que ser un ataúd. LCD

Los esperadores de micro

Además del inequívoco pulso urbano que aviva muchas de sus composiciones, Payo Grondona regaló en varias de sus más conocidas canciones agudas menciones en torno a la rutina de sube y baja de las micros capitalinas. Mucho antes del Transantiago, el cantautor invitaba en “Sindicato de esperadores de micro” a soñar con un sistema de transporte público en el que, “por cada dos paraderos habrá baños y buffet / todos tendrán su carnet de socio esperador (…) / Al socio, por reglamento, no le darán apretones / ni tampoco empujones los otros pasajeros (…) / Y no le podrán decir: ya pues córrase al pasillo / ya pues, pague con sencillo; ya pues, suelte los quinientos”.
“Volvemos a lo de la flojera. Si la micro pasa a cuatro cuadras de tu casa, ¿qué te cuesta caminar? Si te acostumbraste a que la micro parara apenas le hacías una seña desde la puerta de tu casa, pues habrá que cambiar el rito. El chileno, que antes pagaba todo al contado, hoy es feliz pagando en cuotas. Pero en las micros no podís pagar en cuotas eso de viajar parado”.
Y sigue:
“El que tiene que caminar cuadras para tomar la micro es el mismo gil que debe cuatro sueldos en la multitienda. Es el mismo gil del que ahora dicen que se le está dañando ‘su calidad de vida’, pero que a nadie le interesa que no lea, que viva comprando cosas que no necesita. Ahora todo está mal porque a ese chileno se le pasa la micro, pero no está mal que le pegue a la señora, que no cumpla en el trabajo, que compre casetes piratas y no sepa ni quién es García Márquez, pero se gaste 40 lucas en ir a ver al Marco Antonio no sé cuantito. Es desproporcionado. ¿Cómo tú puedes reducir los problemas de idiosincrasia nacional a una micro más o una micro menos?”.
–La pregunta del millón, ¿es ese chileno endeudado, flojo y bueno para quejarse culpable de su propia desidia y arribismo, o una víctima de décadas de maltrato y desigualdades en la sociedad que le tocó?
–Todas las anteriores.

domingo, 1 de abril de 2007

Prados, Flores y Portentos (Juan Andrés Piña)

..... A comienzos de la década del 50, una chilena menuda, más bien fea y con el pelo desgreñado salió hacia el sur y el norte del país, entró en las casas de los campesinos, averiguó dónde vivían los cantores de cada zona y se puso a recopilar pacientemente sus poesías, dichos, canciones y costumbres. Se llamaba Violeta Parra y era una oscura intérprete en chicherías y bares de mala muerte en Santiago.
..... Aburrida de esta actividad, pero interesándose siempre vivamente por el canto, comenzó una paciente labor de recopilación del folklore chileno, que con los años se difundiría en radios, discos y peñas, poniéndolo en un lugar de respetabilidad y categoría.
..... Posterioremente, Violeta Parra compuso sus propias creaciones, impuso un estilo autoral de alto nivel y llegó finalmente a realizar una exposición de ingenuos tapices en el Museo del Louvre de París. Ya entrada la década del 60 fue postulada como la gran desenterradora de la verdadera imagen cultural de Chile, y su consagración definitiva vino, como siempre, después de su muerte, en 1967. La última etapa artística de Violeta Parra es la que más ha preocupado y difundido, pero existe aquella rica zona de su vida en que recopiló e investigó en las fuentes mismas del folklore, quizá la más desconocida.
..... El nuevo texto de Violeta Parra que acaba de lanzar Editorial Nascimento Cantos folklóricos chilenos (1980, 134 páginas), trata de recuperar precisamente aquel periodo. El libro contiene canciones de catorce poetas populares de la zona central y sur de Chile, introducido en cada caso por la propia artista, quien explica cómo conoció a los campesinos, cómo le fueron entregando las canciones, sus dichos y sus personalidades.
"¿Y ustedes no saben?"
..... Sumados a la antología y las anotaciones de Violeta, aparece en el libro las transcripciones musicales de Gastón Soublette y las fotografías de Sergio Larraín y Sergio Bravo. Los tres colaboraron en aquellos años con la folklorista, acompañándola muchas veces a los lugares de investigación y trabajando, como el caso de Soublette, en la Universidad de Concepción junto a ella en el procesamiento y ordenación de lo recopilado. El valor del libro no sólo reside en dar a conocer por primera vez el texto y la música de las composiciones de poetas populares, sino también porque los relatos de ella muestran auella paciencia y tesón para convencer a la gente de que recitara, cantara, soltara algún dicho típico de la zona.
..... Violeta Parra buscaba, indagaba, preguntaba husmeaba en todos los rincones hasta encontrar, por ejemplo, el trozo de una tonada o cueca que se había perdido en la memoria de los ancianos cantores, y que de pronto saltaba y era anotado en su cuaderno o registrado en esa inmensa grabadora, actualmente ya tesoro arqueológico. Las primeras investigaciones las realizó en la zona de Ñuble hacia el interior, y su método consistía en preguntar a cualquiera si conocía algún cantor. Le daban el dato y aunque quedara muy lejos llegaba con su guitarra y su cuaderno, les decía su nombre y se ponía a cantar. Después, les preguntaba, retándolos: "¿Y ustedes no saben cantar?". Picados, los otros comenzaban a entonar canciones antiguas, cuecas, sirillas, décimas que sólo ellos conocían y, de no haberlas anotado Violeta Parra, se habrían perdido para siempre.
..... La reticencia de los cantores era a veces obstinada: se negaban a abrir la boca. Pero la paciencia y el saber que ella estaba haciendo una labor cultural importante hacían por fin brotar el canto. Como Guillermo Reyes, de las Barrancas, que había jurado no cantar más desde que lo hizo en el velorio de su nieta regalona. Cuenta Violeta:
-Don Guillermo rompió su juramento cuando le dije que la patria necesitaba de sus cantos.
"Para usted lo voy a hacer, Violetita, que es la única que trasmite a lo "pueta"'.
"El demonio confesao"
..... "Don" Antonio Suárez era otro reticente a quien no le gustaba la forma de cantar de la artista. Lo invitan a almorzar y por ahí empieza a soltar sus "decires", anotados religiosamente: "La plata se gana al sol y se consume a la sombra"; "Al medio de la sopa viene una copa"; "Los que somos, somos; los demás son palomos". Finalmente "don" Antonio, cuenta Violeta, terminó afinando la guitarra y cantando en el estilo de "Por el mundo al revés":

El mundo al revés pintao
yo lo vi en una pintura
de penitente vi un cura
y el demonio confesao.

..... Muchas veces Violeta organizaba ruedas de cantores que se iban entusiasmando con las payas y poesías, y de donde se extrajo parte del material inédito que después mostró en las radios. Violeta les decía: "Ahora vamos a cantar por ponderación", y cada cual sacaba a relucir sus canciones más ingeniosas e este estilo, que consiste en contar mentiras, cosas exageradas:

Una chacra que sembré
se dio el maíz en tal estado
que de una caña saqué
cinco puntas y un arado.

Dirán que es ponderación
al fin no pondero nada
que una mata de porotos
me sirvió para ramada.

..... Las investigaciones folklóricas realizadas por aquella época quedaban generalmente archivadas en sesudos estudios universitarios y no eran difundidas a nivel masivo. Violeta Parra da a conocer en las radios -sobre todo La Chilena- todo lo que va recopilando, despertando un gusto y un interés por lo chileno más auténtico. Comienza así a ser desplazada la imagen del folklore nacional como las interpretaciones cursis, acartonadas y sentimentaloides de los huasos de salón. Debajo había mucho más, como las ceremonias de angelitos -rituales cantados en presencia del niño muerto-, las distintas formas de trasponer la guitarra, los innumerables modos campesinos de componer que revelaban, además, una determinada visión del mundo, brutal a veces, de gran riqueza metafórica generalmente:

La vista dice yo veo
dar vuelta el mundo y los años
veo el mundo y sus engaños
a la sombra del deseo
ver los campos me recreo
prados flores y portentos
veo todo el firmamento
la florida luna y sol
y están en salutación
la vista y el pensamiento

Cuecas "amartelás"

..... La recopilación se extiende después a las fiestas de La Tirana, al sur, a Chiloé, integrando una imagen conjunta de Chile. Cantos folklóricos chilenos se sitúa fundamentalmente en la zona central y algo del sur, como Lautaro, donde existió doña Elena Saavedra, que interpretaba el curioso tipo de cuecas "amartelas", que explica su propia intérprete:
-Se llaman así porque son bien alarmantes y se cantan a dos o tres gritos. Por ejemplo, usted saca el principio de la cueca, el otro agarra en la segunda vuelta y el otro en la tercera y terminan todos juntos.
..... El medio centenar de composiciones, las fotografías y las transcripciones musicales contenidas en el libro, entregan la visión de una Violeta Parra lúcida y empeñosa en el rescate de una expresión cultural regional y universal. Aparece justo en el aniversario número 13 de su muerte, demostrando que queda mucha Violeta Parra por delante todavía.

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