jueves, 24 de enero de 2008

ISABEL PARRA - TODAVÍA NO ENTENDEMOS A VIOLETA

Después de celebrar el natalicio de Violeta Parra, su primogénita aceptó hablar sobre su madre, su pasado y sus sueños. El más importante, el libro que recorre el trabajo plástico de la autora de Gracias a la Vida.

(Fuente: Revista Mujer. Diario La Tercera)

Isabel Parra lleva la música en la sangre. Y cómo no, si creció en el seno de una familia dedicada mayoritariamente a la composición, al canto y al baile. Se ríe cuando se le pregunta si recuerda cuándo actuó en público por primera vez: “Yo canté desde muy niña. Tengo fotografías de 5 o 6 años en las que estoy cantando en actitudes de artista profesional, con un movimiento de manos que me asombra. Salgo con mi madre, tocando la guitarra y ella mirándome con gran ternura. Desde muy chica yo la acompañaba en sus actuaciones, así es que se me dio en forma natural”.

Haciendo recuerdos, Isabel sonríe, pero la verdad es que no le gusta dar entrevistas. Sin embargo, ahora vive un momento especial que la motiva a hacer una excepción: la Fundación Violeta Parra y la editorial Ocho Libros Editores acaban de sacar una edición limitada de Violeta: Obra Visual, un libro que recorre la obra plástica de la cantautora nacional y que el próximo año estará en librerías.

Fuera de ello, esta semana apareció en el mercado Continuación, el último trabajo musical de esta representante de la Nueva Canción Chilena, que lanzó después de haber estado seis años alejada de los estudios de grabación.

Isabel (68) abre las puertas de su departamento de Providencia y saluda algo seria, pero con voz clara. Tiene una fuerte presencia. Se nota que está contenta con el libro, porque una de las misiones que se ha propuesto como presidenta de la Fundación Violeta Parra es hacerle justicia a la totalidad del quehacer artístico de su madre y, además, hacerlo asequible a todos los chilenos. “Mis hermanos y yo recibimos como legado una colección de obras de arte maravillosas hechas por mi madre, que se expusieron dos veces en el Museo del Louvre pero que aquí no se conocen, porque no tenemos un Museo Violeta Parra”, precisa. Actualmente las piezas -50 óleos, 40 arpilleras, máscaras, papel maché, dibujos- permanecen en el Centro Cultural Palacio de La Moneda, donde se expone una pequeña parte.

Isabel es enfática al señalar que nunca se ha vendido una obra de su madre, ni siquiera cuando ella y sus hermanos no tenían plata. “Y nunca lo vamos a hacer”, aclara. A la hija de la famosa creadora de Gracias a la Vida le interesa precisar algo en particular: “que la gente sepa que la Violeta no hizo estos cuadros para enriquecerse ni para que sus hijos los vendieran y se compraran unas parcelas. Ella decía que estos cuadros eran para Chile, sin fines de lucro. Por eso la entrada cuesta $ 600. Sirven para conservar las obras”.

La artista cuenta que no se había podido editar un libro que recorriera la obra plástica de Violeta hasta ahora, debido a los costos que implicaba. Sólo fue posible cuando la Corporación Patrimonio Cultural de Chile decidió patrocinarlo y gestionarlo, con el auspicio de la Minera Escondida. Violeta: Obra Visual es una publicación compuesta por fotografías y textos, y que en una segunda parte se estructura como un catálogo de las obras pertenecientes a la fundación.

“Es un libro de primera categoría”, afirma orgullosa Isabel Parra. La próxima edición llegará a las librerías con un DVD realizado por Ignacio Agüero, que incluye una entrevista a Violeta, fotos de los cuadros y comentarios de su obra hechos por la misma Isabel.

-¿En qué va la concreción del Museo Violeta Parra?
-Tendrá que estar terminado para el Bicentenario, eso es lo que tenemos en la cabeza y en el corazón. Pero no sé nada más. Tenemos que ponernos las pilas para seguir golpeando puertas. Si uno no revuelve el gallinero, no pasa nada. De repente encuentro una lucecita en alguna persona que se sensibiliza y promete ayuda, pero después se olvidan. Y ahí estamos nosotros para joder la pita.

-¿Qué sucede que el museo no prende?
-No quieren darse cuenta de quién es la Violeta Parra, porque tú la pones en un concurso rasca en la televisión (se refiere a los Grandes Chilenos, concurso de TVN) y arrasa, porque la gente no es tonta, la gente tiene una gran sensibilidad. Lamentablemente, esa gente no tiene ningún poder.

Desde niña, Isabel Parra fue muy cercana a su madre, quien se separó del que fuera su primer marido, el ferroviario Luis Cereceda, cuando ella y su hermano Ángel eran muy pequeños. En ese entonces, ambos pasaban gran parte del tiempo acompañando a su madre en espectáculos artísticos, y la ayudaban en sus trabajos de investigación de la música popular en los rincones más apartados de Chile.

En 1962, los hermanos acompañaron a Violeta a París. Fue ahí donde Isabel, de 22 años, consolidó su talento como cantante. Después de tres años en la llamada Ciudad Luz, regresaron a Chile y fundaron la Peña de Los Parra, mítico lugar ubicado en Carmen 340 que acogió el nacimiento de la llamada Nueva Canción Chilena. Durante la Unidad Popular la primogénita de Violeta representó a Chile en numerosos festivales, y después del golpe de estado se fue al exilio de vuelta a París. Pero lo cierto es que recorrió prácticamente todo el mundo dando recitales.

En 1984 aterrizó en Argentina, donde esperó que le permitieran volver a Chile, y el 85 fue nombrada Oficial de la Orden de las Artes y las Letras por el Ministerio de Cultura de Francia. Dos años después de ese honor volvió a pisar tierra chilena. Su discografía es enorme (como solista y en compilados) y tiene a su haber el libro Ni Toda la Tierra Entera, realizado gracias a una beca Guggenheim.

“La mía ha sido una vida de circunstancias, en que he tenido que asumir muchas cosas para las que no estaba preparada. Una tiene que adaptarse y abuenarse con lo que le toca y, a partir de eso, desarrollar sus propias capacidades. Así ha sido mi camino, a partir de muy niña, con mi madre, con mis hermanos, con esta familia Parra donde todo el mundo tenía su gracia creativa”, comenta Isabel, como haciendo un repaso de su intensa vida.

-¿Es difícil crecer en una familia así?
-No, porque la familia Parra es una familia muy dispareja, con muchas formas de ser y donde cada uno hacía lo que era capaz. Yo me movía entre la Violeta, el tío Roberto, el tío Lalo, referentes muy fuertes. Cada uno desarrolló su potencial y tomó lo que le tocaba el alma. Tuve la suerte de tener una mamá muy apoyadora, llena de sensibilidad, con la cabeza y los criterios muy abiertos, lo que nos impulsó a mí y a mis hermanos a poder elegir.

-Eso era muy raro en los años 50 o en los 60.
-Era raro y lo es todavía. Si analizas la obra de la Violeta, ves que ella no tenía trabas. Se metió a pintar, se metió a bordar, se metió a hacer cerámica. Ella quiso hacer un centro cultural (en La Reina) como se conciben ahora, pero tratar de sacar ese proyecto adelante era la muerte. Era simplemente sepultarse, que fue lo que ocurrió.

-Parece que su madre no fue entendida en su época.
-No pues, Violeta era la vanguardia de las vanguardias y era imposible que Chile entendiera el fenómeno Violeta Parra. Todavía no entendemos a Violeta en profundidad.

-Con esta madre como ejemplo, ¿nunca dudó en abrazar la música?
-No, porque no tenía mucha elección tampoco. No podíamos elegir carreras universitarias, por ejemplo. Tampoco ponernos a pensar qué voy a hacer, porque la nuestra fue una vida de mucha exigencia cotidiana, de tener que estar apoyando a esta mamá luchadora. Lo que ocurre es que le fui tomando el gustito a la música, a tocar una canción.

-¿Y para usted no fue como cargar una mochila esto de ser “hija de”?
-Si te piensas en una mochila, estás frita. Una apenas puede cargar con la propia, entonces yo no lo veo así. En mi caso todo ocurrió de una manera natural, con los sufrimientos propios de cualquier vida. Porque vivir no es fácil. Y cuando creamos la Fundación Violeta Parra y hablamos de un museo, no estoy pensando en cargas ni sobrepesos. Porque si observas la historia, lo que hacemos nosotros es insignificante en el universo.

Algo que llena de energía a Isabel es hablar de su nuevo disco, Continuación, realizado en conjunto con Roberto Trenca (30), joven y virtuoso músico napolitano al que conoció hace dos años, cuando visitó Nápoles con Inti Illimani histórico. “Descubrí que la música chilena y la Violeta son importantes por esos lados e invité a Roberto a Chile a grabar un disco compartido. Yo le mostraba de repente algún texto y él lo terminaba, o yo tomaba uno en italiano, traducido por él, y le ponía música”, cuenta orgullosa.

El CD tiene quince surcos, catorce de ellos interpretados íntegramente por ella y Roberto y uno en el que se suma su nieto Antar, también músico, al piano. “Es un disco de una sencillez total, no tiene arreglos pretenciosos. Es casi como para que no se venda y se escuche poquito (risas). Es muy privado en ese sentido, pero está hecho con mucha rigurosidad”, dice.

Isabel trabajó en él el año pasado, cuando estuvo enferma y enfrentó una complicada operación al corazón. “Entrar a una sala de operaciones donde no sabes lo que te va a pasar es terrible, porque tenía miedo y sentía que me podía morir. Estas canciones me apuntalaron y lo único que puedo hacer es agradecer. El hecho de poder escribir y ponerles melodía a unos versos muy simples puede ayudar bastante en un trance como ése. Así es que, cuando Roberto llegó aquí, yo estaba más viva que nunca”.

-En su caso, la composición es resultado de la investigación o de la intuición.
-Yo creo que es más intuitiva. He hecho algunos acercamientos para salir del analfabetismo general, he asistido a los talleres de Cristián Warken a parar la oreja. Me encanta cantar, ahí soy buena (los ojos le brillan).

-¿Por qué?
-Soy buena, porque me gusta y porque soy patuda también. Me gusta la gente. Cuando estoy cantando miro a las personas para ver que tienen los ojos grandotes y brillantes. Saber que eso lo provoca una, es maravilloso.

-¿Hay plazo para que termine de cantar?.
-Yo creo que hay, si estoy en una silla de ruedas y no me sale la voz y estoy hablando puras cabezas de pescado, por favor… Hay que ser un poquito más cuerda.

-¿Y cómo transcurre su vida?
-Tranquila, aunque vivir en Chile para cualquiera que tenga dos dedos de frente es complicado. Sobre todo si una se hace preguntas, si quiere vivir en una comunidad amorosa, si a una le preocupa la contaminación. La gente está muy idiota, muy tonta, vive hablando por teléfono, vive enajenada y con un arribismo desatado. Y en una gran soledad.

-¿Cuál es su relación con la política partidista?
-Hace muchos años que dejé de militar (en el PC) y lo hice con gran pasión. Ahora estoy reticente a escuchar el lenguaje insoportable de los políticos, cualquiera sea su partido. Pero tengo una veneración por la Michelle Bachelet. Encuentro que es una mujer admirable y estoy feliz de estar viva para verles la cara a los hombres por su gobierno. Siempre es bueno reírse de los hombres.

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